Mundo muerto, parte 2

El sol aún no había terminado de salir cuando llegué a la ciudad. Aún tenía muchas horas de luz por delante, y eso me beneficiaba enormemente. Vi una gasolinera a un lado de la carretera. Probé el primer surtidor, pero estaba vacío. En el segundo todavía había algo de combustible. Llené la lata que llevaba en la moto y la guardé otra vez. Llené también el depósito, por precaución. Dejé la moto allí: mejor no hacer ruido. Cogí la escopeta y me puse a caminar por la calle. Por todas partes la destrucción era clara. Algunos edificios se mantenían en pie, pero la mayoría habían sido reducidos a escombros. La guerra fue dura, pero lo que vino después fue peor. En un principio todo se redujo a conflictos periféricos, guerras financiadas en Oriente Medio y África, pero un día, todo estalló. Las atómicas arrasaron la mayor parte de los países desarrollados, y de la noche a la mañana ya no quedó nada. Yo era muy pequeño por aquel entonces, tendría apenas diez años, y lo único que recuerdo de la Guerra que Acabó con las Guerras fue el esconderme con mi madre en un gran complejo subterráneo.

Mientras avanzaba por la ciudad desierta empecé a oír ruidos en los edificios de alrededor. Arrastrar de pasos, roce de ropas, alguna palabra inconexa. Vi un pequeño supermercado, uno de los muchos negocios que habían intentado prosperar después de la destrucción, y que, como todos, había fracasado. Avancé con paso rápido hasta estar dentro. Una vez allí miré por los cristales de la puerta. Nadie me seguía. Bien. Cogí lo primero que vi, unas salchichas y una bolsa de patatas fritas. Me metí en los bolsillos unas cuantas latas de judías, el alimento que me había acompañado casi desde que salí del refugio. De pronto un brillo dorado captó mi atención. Una botella de whisky reflejaba los rayos de sol en un estante. La cogí y me la metí en la gabardina. Oí un ruido en la puerta y me giré, metiendo algo desconocido en mi bolsa. Allí había una jovencita como de unos 17 años, sosteniendo de forma insegura un viejo revólver.
-¿Quién eres tú?-preguntó-¡Vete de aquí!
-Menos mal-contesté aliviado- Pensé que eras uno de ellos. Ven conmigo, te sacaré de aquí. Tengo una moto...
-¿Una moto?-el tono de anhelo en su voz me dijo que estaba desesperada- ¿Está muy lejos?
-Menos de cinco kilómetros. Si nos damos prisa estaremos en camino antes de la tarde. No te preocupes, no nos encontrarán. Llevo...
En ese momento un golpe contra el cristal nos sorprendió. Uno de ellos estaba intentando entrar. La chica se asustó y disparó. El cuerpo cayó al suelo con un estrépito de cristales rotos.
-¿QUÉ HAS HECHO?-grité- ¡AHORA VENDRÁN TODOS AQUÍ!
La chica parecía al borde de las lágrimas. Para tranquilizarla le dije que no pasaba nada, que no nos cogerían. La agarré por el brazo y la arrastré hasta la puerta. Las calles se estaban empezando a llenar de curiosos hambrientos. Empecé a correr en dirección a la salida de la ciudad tirando de su brazo. Entonces pareció reaccionar y se puso a correr. Así, corrimos juntos hacia la gasolinera, perseguidos por la horda furiosa y sanguinaria.


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Voilá, parte 2. Espero que os guste y que os vayáis enganchando (yo mismo estoy ahora muy enganchado). No cambien de canal, en el próximo episodio habrá GRANDES REVELACIONES

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