Olvido

Hoy he andado por un mundo sin dioses. He contemplado ciudades humeantes, envueltas en largos velos de lluvia. En este mundo, el poder está tan descontrolado, que lo siento latir. Mi más ligero pensamiento se convierte en realidad. Me mantengo esencialmente intangible, para no dañar el precario equilibrio que hay aquí.
Es un mundo dominado por hombres muy parecidos a mí. Es muy probable que tengan poder, pero creo que han olvidado cómo usarlo. Se nota esa ausencia. Los hombres parecen angustiados, no conscientes de lo que han perdido, pero conscientes de haber perdido algo.
Consideré por unos instantes el devolverles la memoria, pero lo desestimé. Creo que llevan tanto tiempo sin él que no sabrían usarlo de forma responsable. Probablemente significaría la destrucción de su mundo. Además, ellos han sustituido el verdadero poder por la ciencia. Doblegan la naturaleza y realizan prodigios usando las leyes naturales. Eso es en sí mismo otra forma de poder.
Dejaré a los desposeídos tal como están.

En la selva

Debo confesar que no recuerdo muy bien el tiempo que pasé con ella. Se me confunde todo ahora en la mente, como una sucesión continua de buenos momentos y experiencias. Esto me extraña, porque seguro que tuvo que haberlos malos. Seguro. Creo, sospecho, que los he olvidado a propósito, para que no empañen la alegría y la belleza de los otros, deliciosos momentos. En esa especie de nebulosa de memorias entremezcladas, recuerdo la exuberancia salvaje de la naturaleza, un verdor que rezumaba vida, rocíos que bañaban totalmente los lechos de hierba. También recuerdo pasear descalzos sobre las ruinas pétreas de una ciudad antigua, que me recordó las estancias de meditación y oración de la India antigua. Recuerdo el río, que moría en la cascada para renacer en lago, y volvía a revivir como río, más tranquilo y pausado ya, como un anciano que contempla los últimos días.

El río era una presencia constante. El rumor de sus aguas no se apagaba nunca, no importa lo lejos que fuera, siempre un meandro al tornar una maleza. Bañarse en el río era una experiencia mística. La primera vez que lo hicimos juntos, memoria imborrable, fue como si toda la pesadumbre se desprendiese como una costra mugrienta, y a cambio saliese yo purificado, limpiado por las aguas de ese río, y listo para enfrentarme al mundo, a los mundos, todos de golpe o de uno en uno, como lo prefiriera el Destino. Esa primera vez nos desnudamos juntos, yo con un cierto pudor absurdo, ella con la naturalidad de quien está habituada a hacerlo. Después de aquello prácticamente nos acostumbramos a llevar nuestra desnudez como único hábito. En algunos momentos no me daba cuenta, y en otros era dolorosamente consciente. Digo dolorosamente porque, en todo el tiempo que pasamos juntos, no nos amamos ni una sola vez. Ella no me dejó. Finalmente terminé por acostumbrarme, pero siempre con la secreta esperanza...Dicen que es lo último que se pierde, la esperanza. Y a mí aún me quedan muchas cosas por perder antes de desesperar.

Así pues, íbamos los dos desnudos, los dioses, o Creadores como preferíamos decir, en un gesto quizá algo inútil de humildad. ¿Un resquicio de cuando sólo éramos pobladores de nuestras creaciones, sin ser conscientes de nuestro poder? Quizá. La desnudez,como ya he dicho, no era algo significativo. Las bestias selváticas no parecían preocuparse. Los árboles y los helechos tampoco. El único preocupado por ello a veces era yo, en los momentos de mayor excitación.

No recuerdo durante ese tiempo encontrar señal de ningún tipo de sociedad, y esto constituía un verdadero enigma para mí. ¿Las construcciones de piedra habían sido hechas por ella en un momento de diversión o eran producto de seres inteligentes que las abandonaron tiempo atrás? Obtuve mi respuesta de forma casual. Vagabundeaba algo separado de mi adorada ninfa (puramente platónico) y tropecé con algo duro escondido en un matorral. Al mirar, descubrí un pequeño esqueleto, de no más de metro y medio, de lo que parecía un pequeño simio alado. Me quedé observándolo sentado en un pilar derruido hasta que la ninfa me encontró. Cuando descubrió lo que tenía en mis manos, su mirada se entristeció, y con un gesto hizo desaparecer el esqueleto. Se marchó sin decir palabra y no la vi en varios días.

Después de aquello, las cosas se deterioraron bastante. Parecía que un recuerdo antiguo deliberadamente olvidado había resurgido con ese hallazgo, y secretamente tanto ella como yo sabíamos que la culpa era mía. Ninguna pelea, sin embargo, ningún reproche cruzó sus labios. Pero la distancia fue creciendo poco a poco entre ambos, a pesar de los esfuerzos que hicimos por evitarlo. El mono muerto se interponía siempre. Ella empezó a experimentar de nuevo con la vida, quizá tratando de recrear aquello que había perdido, aquello que debía de haber sido como un hijo. Viéndola tan triste y tan volcada en su creación, decidí que había llegado el momento de irme. Una vez tomada esta resolución, tomé mis ropas originales (no recuerdo cómo, simplemente aparecieron en la orilla del río), me acerqué a ella, la besé suavemente en los labios y me marché. Con el poco poder que me restaba, y seguramente ayudado por ella, convertí en barca un bello almendro, y por el río atravesé un pequeño agujero que me llevaría a otro mundo.

Brave New World

Me desperté con el rumor del agua corriendo. Abrí despacio los ojos y pude ver que estaba tendido en la hierba. Me incorporé. No recordaba dónde estaba. Junto a mí, a unos cinco metros, se encontraba el río que había escuchado. Me encontraba en algo que parecía un gran claro de hierba rodeado de árboles. Por el color de las hojas deduje que el otoño estaba comenzando. Me levanté. Tenía los vaqueros ligeramente manchados de verde, pero eso no me importó. En aquel lugar no había ni rastro de civilización.

Un tintineo como de campanillas sonó entre los árboles. Otra vez, más a mi derecha. Me giré. Más a la derecha. Círculos, campanillas en círculos. Corrí hacia el sonido, pero este se alejó. Lo perseguí entre los árboles hasta que me perdí sin remedio. ¿Tenía este sitio algo que ver con el sitio donde había estado antes? Intenté empujar un árbol pero me resultó imposible.
-Así que este es el mundo de otro...-Murmuré distraídamente. La experiencia resultaba novedosa y a la vez aterradora.
Me senté en un tronco caído cubierto de liquen. El bosque parecía tremendamente salvaje, no como si estuviera lejos de la civilización, sino como si jamás hubiese oído hablar de ese concepto. Además, parecía extrañamente vivo. Empecé a recordar los bosques de mi propio mundo, los cerezos y los almendros que había hecho florecer con mi simple pensamiento, y poco a poco dejé de visualizarlos en mi mente. Me rodeaban. Los altos y vetustos árboles se alejaban poco a poco de mí, y los almendros de mi memoria brotaban y crecían a gran velocidad a mi alrededor. El bosque podía ser influido. No sabía si por el hecho de ser un creador o simplemente por la fuerza de los recuerdos.
Entonces caí en la cuenta de que no me hallaba en mi propio mundo. Con un esfuerzo supremo de voluntad hice que los brotes jóvenes dejasen de crecer, y muriesen. Los demás árboles lentamente se situaron en sus lugares originales, asustados. Hablaban entre ellos en un susurro, como el del viento entre las hojas.
Campanillas otra vez.
Me volví en la dirección del sonido y vi a una joven encantadora. Sonreía. No supe cómo, pero sonreía con todo el cuerpo. Desde sus ojos deliciosamente almendrados hasta el tintineo juguetón de las campanillas en sus tobillos. Me levanté para seguirla mientras se escabullía en la espesura. El ligerísimo revoloteo de su vestido de gasa verde era lo único que delataba su posición mientras la perseguía entre los gigantes arbóreos.
Poco a poco, me di cuenta, descendíamos hacia un valle relativamente despejado. Había allí un arco de piedra, como la entrada a una catedral, y dos hileras de bancos de piedra. Entre los bancos y a través del arco fluía un pequeño arroyo.el arroyo continuaba hasta el otro extremo del valle. En ese extremo no había árboles, ni se veía más tierra. "Es un descenso", pensé. "Una cuesta, y luego seguirá el bosque."
Mi pequeña ninfa de ojos rasgados cruzó descalza el arroyo y se sentó en uno de los bancos. Tenía los pies metidos en el agua y era la más perfecta imagen de la inocencia y la vida que yo jamás hubiera visto. Estiró la mano para señalarme el extremo del valle.
Fui hacia allí como en un ensueño. Al pasar junto a ella, pude captar su aroma, un olor cítrico, a limones. Una risita detrás de mí me hizo pensar que quizá la joven fuera algo más que una simple belleza exótica y sobrenatural. Había una gran inteligencia en esa risa.

Comoquiera que fuera, caminé hasta el final del valle. Y digo final porque lo que yo había interpretado como un descenso no era tal. El valle acababa en un acantilado de una altura vertiginosa. El pequeño arroyo se había ensanchado y caía en una formidable cascada justo a mis pies. Pero lo más impactante era lo que había abajo. La más exuberante jungla jamás imaginada, llena de pájaros de colores y flora exótica, se desplegaba a mis pies como un enorme colchón vegetal. La cascada daba origen a un lago de un intenso azul cobalto. Entre los enormes árboles se podían ver, si uno miraba con atención, restos de antiguas civilizaciones. En la lejanía, tan pequeño que apenas se distinguía, se podía ver el humo de un asentamiento.
Me quedé sin habla. Durante varios minutos estuve allí de pie, tratando de asimilar la belleza y la intensidad de todo lo que había allí abajo. Estaba tan absorto que no oí los delicados pasos que se acercaban a mi espalda.
Entonces una voz suave pero firme me habló al oído.
-¿Te gusta mi creación?
Me giré sobresaltado y sorprendido por la pregunta. Claramente había subestimado a la ninfa del vestido verde. Si ella era la creadora de este mundo, era entonces muy superior a mí.
-Creí que era un maestro y que mi mundo no podía mejorar, por eso lo abandoné. Veo ahora que estaba muy equivocado en mi orgullo.
-Es típico de los creadores masculinos. Probablemente hicieras un reino feudal o un imperio en el que fueras el dirigente absoluto. Muy montañoso, probablemente. Nunca he entendido esa manía en particular. Y ahora eres un vagabundo. Pues bien, vagabundo, te voy a mostrar cómo crea una mujer.
Con esas palabras, me empujó al vacío.

Round 2

Bueno. En primer lugar, la ausencia en este blog ha sido debida al último post. Demasiada emoción vertida en él. Aún ahora me cuesta leerlo sin emocionarme.

Voy a intentar retomarlo, por amor al arte y como salida a mis impulsos creativos. A ver cuanto dura esta vez. Aunque sólo lo lean tres personas. Aunque sólo lo lea yo.

Farewell

Gracias. Gracias querido amigo. Gracias por los años compartidos, gracias por tu compañía, en los buenos momentos y en los malos. Gracias por darme calor en invierno, gracias por ser como eras, jamás podría haberte compensado. Creo que hice lo que pude al final, cuando te ibas, cuando ya nada quedaba por hacer sino sostenerte y desear que no te fueras, nada sino ver como, en mis brazos, poco a poco se apagaba el brillo de tus ojos, como se escapaba la vida, hacia ese otro lado donde espero que nos reunamos alguna vez, tú, tu hermano, Tizón, reunidos de nuevo, como una vez estuvimos. Aún no he conseguido despedirme del todo, tu presencia es demasiado cercana, aún me parece escucharte por la casa, a veces creo verte con el rabillo del ojo. Falsas ilusiones, ya no te subirás de un salto a mi cama, no me frotarás la cabeza contra la mejilla. Lo pasamos bien, al menos. Pero a ver que hago yo ahora, solo como me has dejado. Te extraño, y no creo que jamás te olvide, has sido el mejor amigo, el más leal, aquél al que siempre podía recurrir. Adiós. Adiós. Adiós. Ojalá estés realmente en un lugar mejor. Para mí estarás siempre en mis brazos, como en los últimos momentos.

Historia de una vida

-No respires.Rompe el ambiente.
-Sabes que si no respiro corro un grave riesgo de muerte,¿verdad?
-Claro que no. Sólo te desmayarías y después empezarías a respirar por acto reflejo. La parte inconsciente de tu cerebro no sería tan gilipollas como la parte consciente.
-Buen argumento, señor listillo. Hay veces en las que me dan ganas de tirarte de un puente. Claro que a la vez me dan ganas de follarte salvajemente...
-Jejeje, es lo que hay, querida. Bueno, luego te veo, que pierdo el tren. Y ya sabes como me jode perder el puto tren. Au revoire, ma chèrie.
-Largo de aquí, pedante.
El cojín vuela por la habitación para estrellarse contra el quicio de la pared. Él desaparece con una estela de olor a tabaco y colonia. Una colonia normal, no una de ésas que parecen meadas por Dios, pero tampoco un garrafón repulsivo. Ellas se queda un rato más en la cama, aspirando el olor de la habitación, la sutil atmósfera que ha quedado tras una noche agitada. Empezaron discutiendo en el comedor y acabaron bien avenidos en el dormitorio. Historia de un romance. Historia de una vida. El día empieza para ella también. La ilusión poco a poco deja paso al invierno, y el sueño a la rutina. El Rey de los Goblins ha vuelto a su castillo del Laberinto, y la Princesa tiene que ponerse el uniforme de combate. Reentrada a la ciudad: gafas de ver, traje gris, carpeta de cuero. Un "¡Mierda, me olvido las llaves!" es lo último que suena en el apartamento, la luz de la mañana se cuela por entre las persianas y la calma de las partículas de polvo vuelve a reinar. Historia de una vida. Historia de todas las vidas.

Rutina

Salió de casa temprano,como todos los días, y tomó el autobús de línea que le llevaba a diario a trabajar. Bajó en la parada acostumbrada y saludó como siempre al mendigo de la puerta. El ascensor estaba averiado ese día, y subió por las escaleras. La primera vez en diez años. Al llegar arriba pisó sobre mojado, resbaló y cayó de espaldas. Vaya salida de rutina, pensó antes de desnucarse...