No hay vida en la grieta. la luz dejó de brillar hace mucho, y ya no siento ninguna calidez en mis brazos. La oscuridad lo envuelve todo, como una terrible mortaja. Mi reloj me dice que ayer empezaron las voces, y han aparecido de forma intermitente. Las voces suenan largo tiempo olvidadas y, a la vez, nunca conocidas. En una caída frenética al principio, parece que me he estabilizado en mi descenso. Mi cabeza retumba con el martillear de estos extraños visitantes, y no consigo dormir bien. Hace un rato me pareció oír un silbido. De pronto, un golpe y una nube de polvo me abrazan amorosamente.
He llegado.
Tocado el fondo, ya no sé qué hacer. Parece que mi anterior existencia en la superficie jamás existió, y que sólo fue un sueño en mi caída. Sueños en la grieta. El suelo bajo mis manos es cálido, de una arena fina y oscura. No la veo pero lo sé. Me pongo de pie y voy tanteando, tanteando en la negrura. El sonido de un arroyo me hace girarme. Veo una pequeña luz oscilante. En una desesperada precipitación, corro hacia ella sin saber de que puede tratarse. En un instante, la luz me ciega. Me veo rodeado de luminosidad, y el arroyo. Estoy plantado en mitad de un jardín de cerezos en flor, y noto que mi reloj de pulsera desaparece. Una niña aparece al otro lado del arroyo y me saluda con la mano.
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