Play the Game

-Las reglas son relativamente sencillas.- dijo la muerte mientras se sentaba elegantemente en una silla.- Sabes jugar al ajedrez, ¿me equivoco? No, por supuesto que no me equivoco.
La muerte señaló con un dedo la silla vacía. L. se sentó mientras la muerte seguía explicando.
-Si gano yo, te mataré y te convertiré en mi esclavo para toda la eternidad. Si no, te quedas con la chica. ¿Trato hecho?
-Trato hecho.
Se dio cuenta de que al sentarse el frío había desaparecido, y de hecho el parque nevado se veía borroso, como a través de una densa niebla. La Muerte le dijo que estaban en una extensión de su propio reino inmaterial.
L. sabía jugar al ajedrez, pero nunca se había considerado buen jugador, ni siquiera en su época más brillante. Ahora recordaba los movimientos como un autómata, y repetía las jugadas ensayadas tantas ocasiones. Sin embargo no era tonto, y pronto se dio cuenta de que iba a perder irremisiblemente. Poco a poco fue perdiendo sus piezas y sus opciones de ganar, por pequeñas que fueran, se esfumaron definitivamente. Con sólo un par de peones dispersos, una torre y el rey contra todo un arsenal, reina incluida, se dispuso a rendirse.
De pronto, como un rayo, le llegó una inspiración, como un regalo de un ángel guardián, o acaso el susurro de su amada. Se puso en pie, se arregló cuidadosamente el abrigo y estiró la mano hacia su rey.

No hay comentarios:

Publicar un comentario