Desperté en un mundo sin vida, en una especie de copia de mi primer mundo, anterior a la Grieta. Vi el Cerezo muerto, que vivió para morir de nuevo en la inmensidad, solo. Grité desesperado en mi soledad, pero la llanura absorbió mi grito y lo destruyó, como había destruido todo lo demás. La tierra seca bebía mis palabras, bebía mis fuerzas, mi alma. Di unos pasos, agobiado por el dolor que salía de la propia naturaleza y su muerte, pero di con mi cuerpo en el suelo. Lloré hasta quedar sin lágrimas, y el Cerezo las bebió hasta saciarse.
Al levantarme del suelo, vi que el Cerezo aún vivía. Un retoño solitario brillaba en una rama. Sonreí con la mejor sonrisa que pude y alargué mi brazo para tocarlo. En cuanto mi dedo rozó el capullo, éste se abrió y floreció con una pequeña lluvia de polen. Aparté mi mano, sorprendido, y vi que todo el árbol estaba brotando. Desde el reseco tronco hasta las mustias ramas, todo cobró vida de repente, y la tierra reverdeció alrededor. Reí de felicidad, y toqué el polvo, y se cubrió de hierba verde. A mi alrededor todo iba creciendo y floreciendo, como en la primavera más gloriosa que se hubiera visto jamás. Riendo y gritando salté la grieta, por encima, sin preocuparme de su anchura descomunal ni de su profundidad. Corrí hacia las montañas, con el frondoso bosque de cerezos recién nacidos tras de mí, y era como el heraldo del renacer.
Cerezas y avellanas
Ante mis ojos, la niña va creciendo, transformándose en una jovencita de cabellos alborotados, después en una hermosa muchacha de ojos de avellana. Sin decir una palabra pone un pie descalzo en la superficie del arroyo. Da un paso. No me sorprende que no se hunda. Todo en ella tiene un aire como de etereidad. Cruza el riachuelo en un par de pasos y se planta frente a mí. Bajo la tenue luz invernal, parece una pequeña diosa del bosque. Mi chica-avellana. Tan cerca que huelo el perfume de su pelo por encima incluso del aroma de los cerezos. Huele a hogar, a retorno. Huele a aventuras bajo los árboles y a romance entre las olas. Huele a mí. A la parte de mí que es ella, que en un suspiro arrebató el pedazo de mi corazón que le pertenece, ahora y por siempre. Nuestros ojos se encuentran y me siento tranquilo. Con un roce de su mano en mi mejilla hace que casi pierda el sentido y trate de tomar sus delicados dedos.
Se desvanece antes de que lo consiga. Se gira y se pierde entre los cerezos en flor. La sigo. Mi vida corre delante de mí, y me esquiva furtiva. Aquí o allí un revoloteo de su túnica blanca, de su bufanda de colores. Tras una eternidad buscando, la encuentro en un claro, sentada, con los ojos cerrados. Me acerco. Alza un brazo. Cuando nuestras manos se tocan, siento un escalofrío de placer y me dejo caer rendido en la hierba. Lleno de vida, me doy cuenta de que los cerezos se han transformado en avellanos, y que su perfume ha cambiado para imitar el olor de mi avellana. Su boca toca mi boca y sólo encuentro negrura. Negrura y suavidad.
Se desvanece antes de que lo consiga. Se gira y se pierde entre los cerezos en flor. La sigo. Mi vida corre delante de mí, y me esquiva furtiva. Aquí o allí un revoloteo de su túnica blanca, de su bufanda de colores. Tras una eternidad buscando, la encuentro en un claro, sentada, con los ojos cerrados. Me acerco. Alza un brazo. Cuando nuestras manos se tocan, siento un escalofrío de placer y me dejo caer rendido en la hierba. Lleno de vida, me doy cuenta de que los cerezos se han transformado en avellanos, y que su perfume ha cambiado para imitar el olor de mi avellana. Su boca toca mi boca y sólo encuentro negrura. Negrura y suavidad.
Polvo y sueños
No hay vida en la grieta. la luz dejó de brillar hace mucho, y ya no siento ninguna calidez en mis brazos. La oscuridad lo envuelve todo, como una terrible mortaja. Mi reloj me dice que ayer empezaron las voces, y han aparecido de forma intermitente. Las voces suenan largo tiempo olvidadas y, a la vez, nunca conocidas. En una caída frenética al principio, parece que me he estabilizado en mi descenso. Mi cabeza retumba con el martillear de estos extraños visitantes, y no consigo dormir bien. Hace un rato me pareció oír un silbido. De pronto, un golpe y una nube de polvo me abrazan amorosamente.
He llegado.
Tocado el fondo, ya no sé qué hacer. Parece que mi anterior existencia en la superficie jamás existió, y que sólo fue un sueño en mi caída. Sueños en la grieta. El suelo bajo mis manos es cálido, de una arena fina y oscura. No la veo pero lo sé. Me pongo de pie y voy tanteando, tanteando en la negrura. El sonido de un arroyo me hace girarme. Veo una pequeña luz oscilante. En una desesperada precipitación, corro hacia ella sin saber de que puede tratarse. En un instante, la luz me ciega. Me veo rodeado de luminosidad, y el arroyo. Estoy plantado en mitad de un jardín de cerezos en flor, y noto que mi reloj de pulsera desaparece. Una niña aparece al otro lado del arroyo y me saluda con la mano.
He llegado.
Tocado el fondo, ya no sé qué hacer. Parece que mi anterior existencia en la superficie jamás existió, y que sólo fue un sueño en mi caída. Sueños en la grieta. El suelo bajo mis manos es cálido, de una arena fina y oscura. No la veo pero lo sé. Me pongo de pie y voy tanteando, tanteando en la negrura. El sonido de un arroyo me hace girarme. Veo una pequeña luz oscilante. En una desesperada precipitación, corro hacia ella sin saber de que puede tratarse. En un instante, la luz me ciega. Me veo rodeado de luminosidad, y el arroyo. Estoy plantado en mitad de un jardín de cerezos en flor, y noto que mi reloj de pulsera desaparece. Una niña aparece al otro lado del arroyo y me saluda con la mano.
Aroma de cerezo
Miro a mi alrededor y lo que veo no es otra cosa que un erial desolado. Alzo la vista al cielo y lo que veo es un sol moribundo que se esconde humillado tras las lejanas montañas de escarpadas cumbres y acerados brillos. Grito en mi desesperada soledad en busca de alguien que me escuche y comparta mi carga, tan pesada que me hace andar doblado. Camino sin rumbo fijo en el baldío que es ahora todo mi mundo, cuando llego al final. El final de un camino, el final de todos los caminos.
La grieta.
Siempre llego a la grieta, día tras día en mi monótona tristeza. No importa hacia dónde camine, si me guío por el sol o por las estrellas, incluso aunque intente deliberadamente evitarla, siempre aparece. Aparece todos los días en el mismo momento, siempre llego a ella a las 12:34 exactas. Mi viejo reloj de pulsera me lo indica así todas las noches. Creo que significa que la grieta está a la misma distancia en todas direcciones. Es curioso, sin embargo, que nunca se vea la grieta hasta que estoy encima de ella, casi cayendo. A la mañana despierto y no está. Sólo está el raquítico cerezo muerto hace tanto, tanto tiempo como llevo aquí.
En mi interior sé que busco la grieta. La persigo incesantemente sin acabar de desearlo. Quizá la grieta es la salida de este lugar. A veces pienso en saltar al otro lado, pero entonces parece ensancharse y desisto. Otras veces pienso en dejarme caer y acabar, aunque algo me dice que ahí abajo no está el final sino el principio.En realidad uno de mis mayores deseos es ver las montañas, esas montañas que se tragan el sol cada día. La grieta me frustra hasta en eso. El cerezo me insta a irme, cuando me acuna bajo su escurridiza sombra.
Sin darme cuenta me he sentado al borde del abismo, con las piernas colgando. Siento como si me llamaran a casa desde abajo. La puerta está abajo, me dice mi corazón. Bajo la anhelante mirada y escruto la oscuridad pensativo. Necesito una llave. Me pongo en pie y miro estúpidamente alrededor. De pronto, un brillo tiznado de rojo me toca las pupilas. Una gastada llave de metal, que vibra expectante en mis manos. Es la señal que necesitaba. Doy un paso, uno sólo. Un paso sobre la oscuridad y una caída larga como una vida. El cerezo ha vuelto a florecer, y el viento trae su aroma y sus flores desde la lejanía...
La grieta.
Siempre llego a la grieta, día tras día en mi monótona tristeza. No importa hacia dónde camine, si me guío por el sol o por las estrellas, incluso aunque intente deliberadamente evitarla, siempre aparece. Aparece todos los días en el mismo momento, siempre llego a ella a las 12:34 exactas. Mi viejo reloj de pulsera me lo indica así todas las noches. Creo que significa que la grieta está a la misma distancia en todas direcciones. Es curioso, sin embargo, que nunca se vea la grieta hasta que estoy encima de ella, casi cayendo. A la mañana despierto y no está. Sólo está el raquítico cerezo muerto hace tanto, tanto tiempo como llevo aquí.
En mi interior sé que busco la grieta. La persigo incesantemente sin acabar de desearlo. Quizá la grieta es la salida de este lugar. A veces pienso en saltar al otro lado, pero entonces parece ensancharse y desisto. Otras veces pienso en dejarme caer y acabar, aunque algo me dice que ahí abajo no está el final sino el principio.En realidad uno de mis mayores deseos es ver las montañas, esas montañas que se tragan el sol cada día. La grieta me frustra hasta en eso. El cerezo me insta a irme, cuando me acuna bajo su escurridiza sombra.
Sin darme cuenta me he sentado al borde del abismo, con las piernas colgando. Siento como si me llamaran a casa desde abajo. La puerta está abajo, me dice mi corazón. Bajo la anhelante mirada y escruto la oscuridad pensativo. Necesito una llave. Me pongo en pie y miro estúpidamente alrededor. De pronto, un brillo tiznado de rojo me toca las pupilas. Una gastada llave de metal, que vibra expectante en mis manos. Es la señal que necesitaba. Doy un paso, uno sólo. Un paso sobre la oscuridad y una caída larga como una vida. El cerezo ha vuelto a florecer, y el viento trae su aroma y sus flores desde la lejanía...
Espinas en el alma,
suaves dardos que el dolor arrastra
y hacen de mis días noches largas.
Dulce dolor que tiñe de malva
el derrotado abismo que en mi torso aguarda,
y recibe clamoroso las heridas diarias.
Se que este rayo no cesa
en tanto que tú no eres mi alma
y vives la vida alejada de mí.
Pobre poeta del amor soy,
llenando de palabras insensatas este blog,
y cobrando bien caras las cuitas de amor.
Despedidas amargas,
y más amargos amaneceres,
esperan a este alma solitaria de poeta,vagando...
suaves dardos que el dolor arrastra
y hacen de mis días noches largas.
Dulce dolor que tiñe de malva
el derrotado abismo que en mi torso aguarda,
y recibe clamoroso las heridas diarias.
Se que este rayo no cesa
en tanto que tú no eres mi alma
y vives la vida alejada de mí.
Pobre poeta del amor soy,
llenando de palabras insensatas este blog,
y cobrando bien caras las cuitas de amor.
Despedidas amargas,
y más amargos amaneceres,
esperan a este alma solitaria de poeta,vagando...
Al lector:
Estimado lector, espero que leas esto planteándote lo que ocurre. No quiero que cojas mis ideas y las emplees como una herramienta, sin comprenderlas. Yo quiero que pienses por ti mismo, que valores como están las cosas y llegues a tus propias conclusiones.
Atentamente...
Recorté la primera página del libro, este mensaje tan cargado de intenciones y lo doblé. Excelente material con el que empezar a trabajar. Ya tenía un propósito, ahora lo había llenado con palabras. Las palabras materializan nuestras ideas, las hacen comprensibles. Me guardé en pequeño papel amarillento y me tumbé en el suelo de la habitación. Debajo de mí había algo. Metí la mano y saqué un vinilo de Pink Floyd. Dark Side... Uno de mis favoritos. Me quedé con la vista clavada en la portada y me puse a pensar. Lo primero en lo que pensé fue en el papelito que tenía en el bolsillo. Lo saqué otra vez y lo leí de nuevo. Sin poder evitarlo me puse a reír. El papel estaba tan amarillo que el libro del que lo saqué tenía que ser una reliquia. Es lógico. Hoy día nadie piensa así. De hecho, hoy en día nadie piensa. Todos marchando como zombies al trabajo, al bar, de botellón. La rabia me hizo arder las mejillas. Arrojé el LP lejos pero con cierto cuidado de no romperlo y miré mi pared. Allí estaban todos ellos, ídolos, mitos de una edad lejana, la edad de la libertad de pensamiento, cuando las compañías no regían todo. Miro el póster ligeramente ladeado de Hendrix, y sonrío evocando la libertad de aquellos años que no viví, disfrutando como se disfruta un buen licor añejo, saboreándolo. Evasión, secreto anhelado. Me incorporo en busca de algo a mi alrededor. Un pequeño grupo de botellines de cerveza sin abrir se agrupan, como mirando con desdén a los tres o cuatro que están vacíos y tirados por el suelo. Que hermosa metáfora de la vida. Que ignorante son los pequeños botellines, ignorantes de que el estar agrupados los hace más estúpidos. Al final acabaréis igual, lindos botellines. Estiro la mano y me preparo para desvanecerme un rato...
Estimado lector, espero que leas esto planteándote lo que ocurre. No quiero que cojas mis ideas y las emplees como una herramienta, sin comprenderlas. Yo quiero que pienses por ti mismo, que valores como están las cosas y llegues a tus propias conclusiones.
Atentamente...
Recorté la primera página del libro, este mensaje tan cargado de intenciones y lo doblé. Excelente material con el que empezar a trabajar. Ya tenía un propósito, ahora lo había llenado con palabras. Las palabras materializan nuestras ideas, las hacen comprensibles. Me guardé en pequeño papel amarillento y me tumbé en el suelo de la habitación. Debajo de mí había algo. Metí la mano y saqué un vinilo de Pink Floyd. Dark Side... Uno de mis favoritos. Me quedé con la vista clavada en la portada y me puse a pensar. Lo primero en lo que pensé fue en el papelito que tenía en el bolsillo. Lo saqué otra vez y lo leí de nuevo. Sin poder evitarlo me puse a reír. El papel estaba tan amarillo que el libro del que lo saqué tenía que ser una reliquia. Es lógico. Hoy día nadie piensa así. De hecho, hoy en día nadie piensa. Todos marchando como zombies al trabajo, al bar, de botellón. La rabia me hizo arder las mejillas. Arrojé el LP lejos pero con cierto cuidado de no romperlo y miré mi pared. Allí estaban todos ellos, ídolos, mitos de una edad lejana, la edad de la libertad de pensamiento, cuando las compañías no regían todo. Miro el póster ligeramente ladeado de Hendrix, y sonrío evocando la libertad de aquellos años que no viví, disfrutando como se disfruta un buen licor añejo, saboreándolo. Evasión, secreto anhelado. Me incorporo en busca de algo a mi alrededor. Un pequeño grupo de botellines de cerveza sin abrir se agrupan, como mirando con desdén a los tres o cuatro que están vacíos y tirados por el suelo. Que hermosa metáfora de la vida. Que ignorante son los pequeños botellines, ignorantes de que el estar agrupados los hace más estúpidos. Al final acabaréis igual, lindos botellines. Estiro la mano y me preparo para desvanecerme un rato...
El humo se levanta, perezoso, y flota como un reflejo de mi consciencia. Hace poco que desperté en mi cama de hospital, dolorido, entubado, conectado a una máquina. Me toco la venda de la cabeza distraídamente. Al final tuve suerte, me dicen todos los que pasan por la habitación. Me da igual, ni siquiera los veo, son sombras que compiten por captar mi atención durante unos instantes. Veo las cosas con mucha más perspectiva. En cuanto salga del hospital seré otro. He dejado de lado a esta sociedad y a su estúpida moralidad. Que me llamen inadaptado, tanto mejor, adoptaré el título como mi nueva definición. Veremos quien es mejor, su sociedad putrefacta con sus normas o yo, con mi nueva decisión, mi nuevo punto de vista. Haré saltar por los aires su hipócrita superficialidad. Ja, dirán que estoy loco, pero es obvio que no. Tengo un propósito, una razón de ser que protege mi cordura. Ellos son los que están locos, los que no ven más allá de sus inútiles sueños de hormiguitas, todo el día esclavizados. Voy a liberarles, como me he liberado yo. Les abriré los ojos y se humillarán ante mí. Jajajajaja...
P.D. Parece que acabar con puntos suspensivos se está convirtiendo en una extraña costumbre. En fin, que más da, si esto no lo lee nadie...
P.P.D Ahí están de nuevo esos malditos puntos suspensivos...
P.D. Parece que acabar con puntos suspensivos se está convirtiendo en una extraña costumbre. En fin, que más da, si esto no lo lee nadie...
P.P.D Ahí están de nuevo esos malditos puntos suspensivos...
Salgo de mi casa. Doy tres pasos y allí está. Como siempre. Como nunca. Examino mis sentimientos,que sé que siempre han estado ahí. No puedo mirar, pero tampoco dejar de hacerlo. Me decido. Hoy daré el paso y hablaré. Intentaré no cagarla. Sé que será difícil, mi propensión a cagarla es como esas putas ecuaciones matemáticas. En momentos así nunca falla. Estoy cruzando para hablarle. Entonces sale un tipo de un coche. Es el típico chuloputas de barrio, el más capullo entre los capullos. Lo veo en su forma de caminar, de juguetear con las llaves de su mierda de Ibiza. Ella se le echa al cuello y le besa. No puedo creerlo. Esto es un sinsentido. No me doy cuenta de que me he quedado parado en mitad de la calzada haste que oigo el frenazo y el chirriar de neumáticos. Demasiado tarde, imbécil. Noto el fuerte impacto en las piernas y veo como ella le sigue besando mientras surco el viciado aire de la ciudad. Después mi cabeza golpea el asfalto y dejo de sentir nada. Quizá sea mejor así...
Mira a tu alrededor, ¿Qué ves? ¿Qué hay en realidad? Toca, siente, vive el momento. El momento lo es todo y no es nada, un fugaz instante en el fluir del universo. ¿Por qué estamos aquí? Que estupidez de pregunta. ¿A quien preguntas? ¿Quien crees que te va a responder? Sólo tú tienes esa respuesta. Exista Dios o no. No esperes respuestas sin atreverte a buscarlas por ti mismo. Todos esperan mucho de ti, haz lo que quieras, debas, sientas que debes, pero disfruta, sobre todo disfruta. Disfruta porque no sabes cuándo dejarás de disfrutar. Me pongo melancólico y me vuelvo un vulgar escritorzuelo desamparado que busca su apoyo en la red, esta estúpida malla de idiotas, de corruptos, corruptores y errores. El error está en mí, soy el error. Pero sé bien qué soy. Soy ese error en la matriz, el radical libre que piensa actuar y decidir, pensar sin remordimiento, hablar sin parar y sin dejarme callar. Porque sé que moriré, y quiero haber aprovechado las oportunidades que se me han brindado. Soy un fue,un seré y un es cansado...
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